Sara despertó súbitamente en la madrugada. Un poco sobresaltada como cuando sueñas que caes a un abismo. No recordaba bien el sueño, pero su sensación era adrenalínica. Hernán a su lado dormía profundamente. Sara se sentó en su cama, intentó calmarse y fue por agua a la cocina. Mientras llenaba el vaso con el líquido incoloro, pensaba en lo extraño que se estaba volviendo ya, cada noche, a la misma hora la exaltación nocturna. Miró el reloj de la cocina y vió las 4 a.m.. "Dos horas y media, y a hacer el desayuno... mejor me calmo".
6:30 sonó el despertador, y Hernán como todos los días lo apagó, contó hasta diez susurrando con sus ojos cerrados, estiró los brazos, miró a su lado y su esposa no estaba, aunque su lado de la cama aun estaba tibio. Se fue a baño y luego a la cocina. Sara ya tenía la mesa lista, jugo de naranja, café, palta molida y tostadas. Vera y Demian tomaban desayuno cuando Hernán llego a la cocina. Era lo hermoso de las mañanas de Noviembre. 7:45 y la casa quedó sola con Sara.
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