miércoles, noviembre 5

Casi

Ella pensó que era Enrique el accidentado, no sabía porqué, si el había vendido su bicicleta hace años. Pero la memoria la había traicionado. Y quizás con la esperanza de que él muriera sería más fácil olvidar la ruptura. Pero sabía que no estaba muerto, y en el fondo tampoco quería verlo muerto. Siguió caminando hacia su casa, el cielo se había nublado y menos mal que se había puesto su abrigo cuadrillé. Empezó a caminar más rápido, entre que olvidaba lo sucedido y combatía la pena, dió varias vueltas antes de llegar a su casa. No quería llegar a su casa. Quería despejarse la cabeza de tanto pensamieto. Entro a una cafetería. y estaba terminando la canción Yellow de Coldplay. Fue como un empujón, un golpe en su vientre, tres segundos sin respiración y el recuerdo de un olor. Ese olor. El olor. Su olor. Recordó su primer baile con Enrique. Todo esto le sucedió en diez segundos con los ojos cerrados y la mano apoyada en la barra. Cuando los abrió se dió cuenta de que Enrique estaba también allí, sentado, con los codos encima de la mesa, y las manos afirmando su cabeza, a la altura de los ojos, refregandoselos, y rascando su cabeza, como si intentara sacarse sus pensamientos, tirarlos lejos, como si intentara despejarse de una vez por todas y no podía... como si estuviera ahogado. Había una taza grande frente a él. Ella se quedó mirándolo con ganas de ir a sentarse a su mesa y decirle que todo iba a estar mejor, de hacerle cariño en sus manos y tranquilizarlo con su mirada. Pero sabia que no podía, que no había vuelta atrás, que ellos debían alejarse lo más posible, para evitarse el daño del recuerdo, ¿pero cómo evitarse del daño del recuerdo si ellos estaban en la cabeza y corazón del otro? ¡si a cada paso exisitía un rastro del otro!. Primavera decidió sentarse, aunque le doliera cada paso que tomaría para acercarse. Fue el camino más largo y nervioso que había recorrido, cuando llegó a la mesa le dijo:

- Disculpa ¿me puedo sentar acá?

Enrique levanto la cabeza y entre asustado y emocionado reconoció la cara de su amante, se paró y la abrazó, tan fuerte como pudo, y rompió a llorar. Primavera no le dijo nada, sólo lo abrazó y le hizo cariño en su nuca.

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